Adoremos. Vivencias eucarísticas en la Hora Santa

«Si conocieras el Don de Dios!…»

¡Cuántas veces hemos cantado y repetido esas palabras de Jesús: «Si conocieras el Don de Dios y quien es el que te pide de beber, le pedirías tu a él y Él te daría un agua que salta hasta la vida eterna y calmaría tu sed» Lo hemos repetido infinidad de veces, pero siempre es nuevo y siempre tiene un sentido nuevo.

El Don de Dios es tener un corazón y una fe de niño, una fe inquebrantable para poder acoger todo lo que Él nos tiene que dar. Yo no sé a vosotros, pero a mí Dios siempre, siempre me descuadra. Le pido algo con mucha insistencia, con mucho ahínco y me da mucho más y mucho más precioso de lo que soy capaz de pedir.

El Don de Dios es su Corazón y el amor que ese Corazón derrama. Un amor que fluye incesantemente y nos inunda, nos empapa… un amor que nos une como nada ni nadie puede unir: ¡ése es el Don de Dios!